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Elizabeth Holmes: auge y caída de la CEO de Silicon Valley declarada culpable de fraude
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“Esto es lo que pasa cuando trabajas para cambiar las cosas. Lo primero es que te llaman loca, luego te ponen obstáculos, y de repente cambias el mundo”. Es octubre 16 de 2015, y Elizabeth Holmes responde así a las acusaciones del artículo publicado esa mañana por John Carreyrou en The Wall Street Journal.
Con sus brillantes y grandes ojos azules fijos en la cámara, sin pestañear como es su sello característico, Holmes niega que la tecnología con la que espera revolucionar la medicina no funcione, y básicamente niega haber engañado a autoridades, inversionistas y pacientes.
De hablar pausado y una voz profunda de barítono, Holmes responde a las preguntas del programa de CNBC de forma compuesta y luce convencida de ser víctima de un ataque hacia ella y su sueño.
Su sueño tiene un nombre: Theranos. La empresa y su fundadora son el centro del juicio que se lleva a cabo en la Corte Federal de San José, California. Un juicio que podría sentenciar a Holmes hasta a 20 años de cárcel y, con ello, cambiar la cultura -para bien o mal- de Silicon Valley.
Carreyrou ha calculado que inversionistas privados perdieron US$ 600 millones con la debacle de Theranos, que cerró en 2018, bajo cargos de fraude. No se trata solo del dinero de inversionistas, sino del riesgo al que se expuso a pacientes con tests de laboratorio que no eran confiables, o cuyas muestras fueran derechamente manipuladas.
Tras varias postergaciones, el juicio finalmente comenzó y la semana pasada los primeros testigos de la Fiscalía presentaron su testimonio. Erika Cheung, quien trabajó en 2014 en el laboratorio de Theranos y fue una de las originales whistlebowers, volvió a relatar cómo -al igual que muchos- ella también cayó rendida ante el magnetismo de Holmes y su visión, pero también cómo la empresa manipulaba los controles de calidad de los tests que decía realizar.
Desde la caída de Theranos, Cheung se ha convertido en una activista en Silicon Valley y ha fundado Ethics in Entrepreunership, para formar a inversionistas, emprendedores y empleados de startups.
Elizabeth Anne Holmes, de 37 años, enfrenta cargos por fraude que la pueden llevar a prisión. Pero no es solo ella quien está en juicio, sino toda la cultura de Silicon Valley. El famoso “Fake it till you make it”. Ya se ha acusado a otros grandes emprendedores de ofrecer a sus inversionistas una evolución de sus empresas y productos sin tener certeza de ello.
Casos como Tesla o Uber, empresas que alcanzan valoraciones astronómicas sin reportar utilidades, e incluso derechamente registrando pérdidas trimestre tras trimestre, no habrían sido posibles sin una industria de capital de riesgo que confía más en CEOs deslumbrantes que en libros contables.
“Hay tanto dinero en Silicon Valley, que a algunos no les interesa el plan de negocio, sino que les expliques cómo vas a cambiar el mundo”, afirma Hamish Grierson, fundador de Thriva, startup londinense que -al igual que Theranos- también busca revolucionar la industria de la salud democratizando los exámenes de laboratorio.
Thriva también requiere solo de unas gotas de sangre tomadas del dedo. Pero a diferencia de Thriva, que trabaja con una red de laboratorios y tiene un set limitado de exámenes, Theranos ofrecía más de 240 en dispositivos casi portátiles y de resultados más rápidos, gracias a una combinación de química con tecnología informática. Un producto diseñado a la medida de Silicon Valley.
El CEO como objeto de adoración
Holmes fundó Theranos en 2003, tras dos semestres de sus estudios de ingeniería química en Stanford. “Era una joven con una formación rudimentaria en ingeniería y sin formación médica”, describió Phyllis Gardner, profesora de Medicina en Stanford, a Carreyrou. En más de una ocasión, Gardner ha descrito cómo la joven Holmes de 19 años que ella conoció en el campus de Stanford no aceptaba un “no” por respuesta. Pero, curiosamente, ni era rubia ni tenía voz de barítono.
Ex empleados recuerdan también haberse sorprendido al descubrir en raras ocasiones a una Holmes “fuera de personaje”, con una voz muy diferente.
Su voz, su uniforme de pantalón y polerón de cuello alto negro, son parte de la construcción de la Holmes “CEO de Silicon Valley” que comenzó hacia finales de 2006. Un personaje que tenía un claro ídolo en mente: Steve Jobs.
Holmes admiraba tanto al fundador de Apple, que no solo copió su estilo, también contrató a varios de sus empleados, incluyendo quien fuera su mano derecha, Avie Tevianan.
Y era la idea de trabajar “con el próximo Steve Jobs” lo que llevó a muchos empleados a soportar el ambiente de control y casi paranoia, o derechamente bullying, que Holmes instauró en la empresa. También fue lo que motivó a Tevianan, y a otros exempleados de Apple a unirse a Theranos, según han relatado en entrevistas posteriores.
Según recolectó Carreyrou en las decenas de entrevistas que dieron forma a su libro Bad Blood, esa también era una de las motivaciones para que grandes nombres, veteranos inversionistas de Silicon Valley, empresarios y hasta científicos apostaran por Holmes.
Ahí estaban, entre otros: Channing Robertson, el reputado profesor de ingeniería química de Stanford que decidió dejar su cátedra por Theranos; Rupert Murdoch, uno de sus más grandes inversionistas; Henry Kissinger, el exsecretario de Estado George Shultz, el expresidente de Oracle e inversionista Donald Lucas, y el fundador de Oracle Larry Ellison. Estos dos últimos ejercieron de mentores y protectores de Holmes.
Más que una gota de sangre
Analizando la historia de Theranos salta rápidamente a la vista que Holmes estuvo siempre rodeada de hombres mucho mayores que ella. Ya sea como socios, inversionistas, directores, mentores y pareja.
“El cerebro de todos esos hombres se fue al sur de su anatomía. No puedo explicarlo de otra forma”, ha dicho repetidamente Gardner, cuestionada sobre cómo pudieron respaldar a Holmes sin pruebas de que la tecnología que decía haber inventado funcionara.
Uno de esos hombres es Ramesh “Sunny” Balwani, el millonario, 20 años mayor que ella, quien asumió en 2009 como presidente y jefe operativo de la empresa, a la que llegó además con una línea de crédito que alivió las presiones de Theranos. Balwani y Holmes mantuvieron su relación en secreto, que hoy es clave en el juicio.
La defensa de Holmes asegura que fue víctima del abuso psicológico, emocional, físico y sexual de Balwani. Este abuso habría nublado su juicio incapacitándola para ser responsable de decisiones que haya tomada la empresa. En la era del #MeToo, la estrategia de Holmes puede jugar a su favor ante el jurado de 12 personas que decidirán su suerte.
¿Y el bebé?
Pero si hay un factor que será más determinante en el fallo y quizá la sentencia es su hijo. William Holmes Evans nació el 10 de julio, cuando debía comenzar el juicio de su madre. Su embarazo ha sido interpretado por sus críticos como una estrategia (baja) para mejorar sus posibilidades. ¿Qué juez mandaría a una madre, con un bebé recién nacido, a 20 años de prisión? Eso, si el jurado la condena.
Desde el fin de Theranos, Holmes rearmó su vida junto a Billy Evans, heredero de la mayor fortuna inmobiliaria en San Diego, California. El uniforme negro, y el desordenado moño en que recogía su cabello, han desaparecido. A la corte, Holmes ha llegado siempre en traje sastre, sin maquillaje y con el cabello suelto hasta los hombros.
¿Es un nuevo personaje o es esta la Elizabeth real, o lo era la “CEO de Silicon Valley”?
Esta semana, los periodistas que cubren el juicio reportaron sorprendidos cuando descubrieron que el magnate inmobiliario Bill Evans, suegro de Holmes, había estado presente de incógnito durante las sesiones de elección de los miembros del jurado. No le bastó con ir, sino que hizo mucho énfasis en socializar con los periodistas, ante quienes se presentó como “Hanson”.
Carreyrou, autor del podcast Bad Blood: The Final Chapter, cree que lo de Evans muestra que las mentiras siguen rodeando a Holmes. En ABC News afirmó: “Su sentencia puede ser un shock para los emprendedores. Un mensaje de que no pueden ignorar las regulaciones. Pero, por el contrario, si quedan absuelta será tomada como ejemplo de lo que se puede hacer sin ir a prisión”. Esa -dice- es la importancia del caso.
El CEO
Ramesh “Sunny” Balwani, de 56 años, ejerció como presidente y CEO de Theranos a partir de 2009. Más importante, Balwani era novio de Holmes. Ni empleados, ni miembros del directorio, y mucho menos inversionistas, sabían de la relación. Balwani aportó a Theranos un préstamo que le ayudó a mantenerse a flote durante la Crisis Financiera. A cambio, Balwani se convirtió en el responsable del día a día de la empresa. Exempleados lo han acusado de bullying y prácticas empresariales poco éticas. Balwani enfrenta su propio juicio, agendado para el próximo año.
LOS WHISTLEBLOWERS
Terry Shultz y Erika Cheung son dos de los exempleados que denunciaron las malas prácticas al interior de Theranos, y que están en la lista de testigos. Cheung ya entregó su testimonio esta semana. Fue una carta de Cheung a los reguladores en 2015, lo que llevó al cierre de los laboratorios de Theranos. Desde entonces, Cheung fundó Ethics in Entrepreneurship, una organización que ofrece asesoría en ética a emprendedores, inversionistas y empleados de startups.
Shultz es nieto del fallecido George Shultz, exsecretario de Estado y uno de los nombres de alto perfil que formaban parte del directorio.
EL DIRECTORIO
Además de los exempleados de Theranos, se espera que la lista de testigos incluya varios nombres de quienes integraron el directorio. La lista incluye a nombres como Henry Kissinger, el general James Mattis, exsecretario de Defensa en la administración de Donald Trump; Richard M. Kovacevich, exCEO de Wells Fargo, entre algunos otros.
Entre los testimonios más esperados están los de William Foege, un epimediólogo y exdirector del Centro de Control de Enfermedades; y David Boies, abogado de alto perfil, quien además de director fue defensor legal de Theranos, y que ha tenido entre sus clientes a las grandes tabaceleras y Harvey Weinstein.
El JUEZ
Edward Dávila del distrito norte de California es el juez a cargo del caso. Dávila fue nominado a juez federal durante la administración de Barack Obama, convirtiéndose en el primer abogado de ascendencia latina en ocupar el cargo.
Dávila también estuvo a cargo del caso “Varsity Blues”, en el que padres pagaron coimas por lograr la admisión de sus hijos a universidades de alto perfil. En este caso se condenó al chileno Agustín Huneeus.